Archive for the ‘lo no sujeto’ Category

coexistencia

May 31, 2009

Actos de verdadera libertad,
hoy se entretejen,
entre las veras del abismo.

Mi humildad,
acabada,
desordenada.

Los miedos y sus coexistencias
resonaron vacios.
Y las palabras que siempre obviamos,
se repiten inadvertidas.

(Contrapunto tramposo.)

Mi palabra es niña,
es cordero degollado,
victima.

(Desplumada o profunda.)

Desde el silencio,
mi recuerdo desborda.
Y vuela hasta lo alto
para sublimarse,
perdonarse.

Las zapatillas de Mauro

marzo 2, 2009

(AW)  El alud que arrasó la ciudad salteña de Tartagal también se llevó un par de zapatillas que pudo servir como prueba para esclarecer la muerte de Mauro, que un año antes apareció colgado, y con varios golpes en su cuerpo, en la cárcel local.

Buenos Aires, 27 de febrero de 2009 (Agencia Walsh). El 12 de febrero de 2008 Mauro Castro apareció colgado en una celda de la Unidad Nº 5 de Tartagal, Salta. Tenía 23 años. Suicidio, le dijeron las autoridades de la cárcel a sus padres. Pero ellos no les creyeron: Mauro estaba golpeado. Reclamaron, protestaron, pidieron que se investigue la muerte de Mauro, los golpes previos a la soga y al ahorcamiento.

Zulema Heredia, la mamá de Mauro, guardó amorosamente la ropa que tenía su hijo antes de morir, sobre todo su par de zapatillas, porque allí había gotas que parecían ser de sangre. La sangre, entendía Zulema, que le habían provocado los golpes a Mauro, antes de que la soga lo ahorcara.

Guardó esas zapatillas durante meses, esperando que se le hicieran las pericias necesarias para determinar si esas gotas eran de sangre de Mauro. Y si esa certeza alcanzaba para que de una vez por todas se investigara la muerte de su hijo como un crimen y no como un suicidio.

Finalmente, en febrero de 2009, llaman a Zulema desde una oficina pública de Buenos Aires para decirle que los exámenes de A D N pueden hacerse, que los gastos pueden cubrirse.

Zulema debe ser buscada en una escuela cercana a su casa, donde está evacuada desde que, en este febrero, un aluvión de lodo y agua arrasó Tartagal. Solo quedó una mínima parte de lo que fue su vivienda, la que todas las noches va a cuidar su marido. Ella, con el resto de sus hijos, vive en la escuela hasta que empiecen las clases.

Se le pregunta a Zulema por las zapatillas de Mauro. Y Zulema, llorando, casi avergonzada, cuenta. Que el día del aluvión, en este otro febrero trágico de su vida, debió agarrar de los pelos a uno de sus hijos, de cinco años, para que no se lo llevara el agua. Que salvó a su nene, pero no pudo salvar los documentos, los muebles, la ropa. Ni las zapatillas de Mauro.

Del otro lado del teléfono, quien la escucha no sabe, no puede, no intenta calmar el llanto de Zulema.

Sólo recuerda que nuestro país incorporó a la Constitución muchos tratados de derechos humanos. Uno de ellos, la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos y Degradantes, considera como crimen gravísimo la tortura aplicada en cualquier lugar de encierro. Y más grave aún, la tortura seguida de muerte. Otro, la Convención sobre los Derechos del Niño, establece los derechos que tienen los niños y niñas, entre ellos, vivir en condiciones dignas. Y piensa que este dolor repetido de Zulema exige reparación, un Estado presente, hijos que no sean entregados en bolsas de consorcio después que se los encierra para resocializarlos, nenes que no deban ser agarrados de los pelos para evitar que el agua se los lleve.

Claudia Cesaroni – Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos (CEPOC)

AGENCIA DE COMUNICACION RODOLFO WALSH

Catorce años

noviembre 15, 2008

Por Sandra Russo

Catorce años tienen las AFJP, escucho, y pienso en los chicos de catorce años. Hace catorce años la oposición a Menem no logró perforar el relato blindado que bajaba desde el poder político, pero era legitimado por el poder económico y multiplicado por el poder mediático. El Estado elefante había dejado en el imaginario colectivo a la empleada pública de Gasalla, que atendía al público limándose las uñas y gritaba “¡Atrááás, atrááás!”. La palabra eficiencia vino a arrasar con esa empleada: fue reemplazada por promotoras de buenas piernas y sonrisa muy amable que regalaban pins y calcomanías de las AFJP.

Hace catorce años, sin embargo, era bastante claro lo que estaba pasando. Y aun con un Estado corrupto como el del menemato, sólo fue posible rediseñar los sectores público y privado de una manera tan grotesca gracias a una obnubilación colectiva que hizo creer a muchos hombres y mujeres que cuando fueran viejos serían esos ancianos atléticos y vigorosos que hacían trekking en las publicidades de las AFJP.

Cuando teníamos una secretaria de Medio Ambiente que salía envuelta en pieles en fotografías de estudio, cuando íbamos a traspasar en dos horas la estratosfera, cuando se desviaba la investigación del atentado a la AMIA, cuando teníamos esa Corte Suprema, cuando los grandes medios tomaban como algo pintoresco que el presidente jugara al tenis y sus competidores se dejaran ganar.

Hace catorce años, cuando nacían los chicos que hoy para muchos, incluso y especialmente para el gobernador Scioli, deberían ser imputables, nosotros éramos como sociedad todo eso: un amasijo de jodidos y confundidos y sobornados por la fiebre del electrodoméstico y el viaje a Miami. Y esa generación que se acopló a la vida en esos años, en su amplia mayoría, estaría destinada al paco, al cartón, al plan, al tetra, al limpiaparabrisas, al arrebato o al crimen. Fue un acto de cobardía no ver entero el modelo que se estaba sembrando: de él iban a brotar, por la lógica de su propia genética, sectores con muchos bienes acumulados y sectores sin nada que perder. Una sociedad mínimamente civilizada debería preocuparse siempre de que absolutamente todos sus miembros tengan algo que perder.

Comida, trabajo, salud, educación. Son los cuatro jinetes de algo así como la seguridad. Si los esfuerzos colectivos a través del Estado se aunaran para que la comida, el trabajo, la salud y la educación llegaran a todos los rincones del país en dosis aceptables, es muy probable que el efecto colateral de esa política sería algo así como la seguridad. Digo “algo así” porque el delito no es extirpable de ningún modelo, pero es bastante claro que si las necesidades básicas de todos los habitantes de este país fueran cubiertas, habría muchos menos pibes rifando sus vidas o cegando otras.

Pienso en los chicos pobres de catorce años, en el relato social que meció su infancia, en historias de vida que cualquiera conoce y que enloquecerían a cualquier vecino de Palermo Freud. Pienso en las pérdidas que todo chico pobre de catorce años tiene que elaborar. Pérdidas que ni siquiera pueden pensarse como tales, con el dolor que implica perder. Los pibes pobres de catorce años perdieron antes de nacer casi todos los derechos que los haría sujetos sociales responsables: el derecho a la vivienda, al alimento, a la escuela. Nada de eso los esperaba como esperaba el amoroso cuarto preparado la llegada del bebé de clase media.

La idea misma de bebé ha sido susceptible de divisiones clasistas, en esta sociedad hipócrita e hiperclasista: el bebé de la lavandina, ese que tiene una mamá que usa productos especiales para desinfectar los juguetes y que siempre tiene en la heladera postrecitos con calcio y hierro, y el bebé que carga la señora en el semáforo, el bebé del soborno emocional, el bebé prestado, el que pretende conmover y provoca rechazo. Ese bebé es sólo visto como un fruto de la promiscuidad de los pobres o como una herramienta para la limosna. Uno es el bebé que quizá ya tenga o vaya a tener un hermanito, y el otro es el bebé que la mirada social juzga “de más”, como si algunas mujeres parieran hijos y otras parieran apenas más bocas que alimentar. Uno es el bebé producto del amor de sus padres, y el otro es el producto de un apareamiento.

Los pibes pobres de catorce años han sido bebés del segundo tipo. No es después de un asalto o de un crimen que esta sociedad debería pensar en ellos. Es antes. Pensar en ellos como acreedores nerviosos. Pensar en ellos como los otros que podrían ser hoy si la vida los hubiese recibido con el saludo mullido de las oportunidades. Reflexionar sobre la adolescencia pobre sólo después de un asalto o un crimen es un latigazo más sobre sus lomos.

Lo peor es que ellos no esperan otra cosa.

agua y jabón

octubre 29, 2008

todas las noches que vuelvo de la facultad y hago mi camino de retorno a casa observo ese panorama nocturno muy diferente al de la mañana. caras cansadas, pasos apurados y algo de malhumor en las miradas.

(kioskos luminosos. perros paseando y bolsas en las manos.)

lo cierto es que en todo ese movimiento que significa el tener hambre y querer llegar al hogar lo más pronto posible hay otros que también aparecen en escena. siempre me llama la atención como visten, como se arman sus habitaciones. acomodan disponen. lugares ficticios y no tanto. las funcionalidades de nuestros desechos nos demuestran que no eran tan inutilizables como pensábamos.

linyeras. tal como los conocemos y desconocemos. ciudadanos de un mundo paralelo que no nos pertenece.

el de la esquina de cabildo y la pampa siempre me generaba mucha intriga, porque siempre a su lado y en el medio de la vereda había dos zapatillas distintas y sin cordones. todas las noches dos zapatillas distintas. hace unas semanas, (en la entrada de una librería con los libros más eruditos) ya no estaba él y ni las zapatillas. en su lugar una espuma blanca. agua con jabón. las primeras veces me preguntaba por qué. me costó hacer la relación, pero era muy evidente. el agua estaba para que no se recostase en la vidriera de la librería.

¿y el jabón para qué?, ¿con agua no bastaba para «ahuyentarlo»? el hecho tenía algo más que una simple utilidad para el comerciante, representaba un claro mensaje. fuera los sucios, los feos, los inmundos, no los queremos, NO pertenecen aquí.

es tanta la violencia, tanta. y hoy cuando iba a la facultad mostraban en la tele del subte imágenes del «horror» del genocidio nazi…

permeable

septiembre 19, 2008

ah, amigos. a veces las palabras se divierten cuando antes de ellas unas imágenes se les presentan. no imágenes convencionales, es cierto. la naturalidad no es una diversión en estos tiempos. también serán descartadas las fantásticas o heterónomas. nos encontramos ante la búsqueda de algo más espectacular: ¿la realidad?

las vidas de las personas

agosto 2, 2008

que van y que vienen, las vidas de las personas segmentadas fragmentadas. con vos a, vos z, vos b, pero el en fondo en el círculo es. y con quién?.

de niño-mudo a niño-ingenuo

julio 16, 2008

el niño-bandera

junio 29, 2008

Una historia como cualquier otra.

Hoy temprano, como siempre, el niño-bandera con sus doce años se ha levantado. Como él, hay muchos. Niños colaboradores, niños explotados. Sus padres, peones de campo también de chicos trabajaron y hoy necesitan que les den una mano. El patrón que apenas quizá le de una camisa a su padre, no quiere que vaya a la escuela, no sea cosa que se me aviven piensa. Acá en el campo los libros no se cosechan.

Dale -dice su mamá- apurate chinito, no seas vago, que se te hace tarde. El mosquito está por pasar y casi no llegaste.

El pequeño soldado, rodeado de soja, ya está en su puesto. Levanta despacio la señal para que descargue la avioneta. Cierra fuerte los ojos. Siente caer esa brisa fresca sobre su cuerpo, un rocío que llega con suerte algunas mañanas (qué lindo sería estar ahí arriba, ver mi casa diminuta, dibujar nubes en el aire). El sabor no es dulce como el de la lluvia, tiene un gusto amargo, casi de remedio. Rápido, de nuevo, el avión ya dió la vuelta y todavía faltan varías líneas. El olor es tan nauseabundo, me marea, me revienta la cabeza.

Desde el sol hasta la nochecita, con su amigo: 1 hectárea por 20 centavos. Me duele la panza, se me hincha toda. Dicen que puedo tener cáncer, no se muy bien que significa, pero es malo sí. No queremos vivir en una villa, es lo que nos queda. Tal vez el patrón, sí el patrón que es agrónomo sepa, que significa plaguicida, «Round-up», «2-4 D» o glifosato.

¿Será que los hijos del contratista, del dueño, quieran estar aquí cerca? Creo que ellos están en Buenos Aires, estudiando y protestando pero con otra bandera, la de los colores del cielo donde el mosquito sobrevuela…

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Los niños fumigados por la soja

Los peones, «de sol a sol»

El círculo de la pobreza

agradecimiento

junio 3, 2008

Pensando en el agradecimiento, pensé en el orgullo.

Si el agradecimiento permite ver, el orgullo enceguece. Si el agradecimiento permite comprenderse a uno en el mundo y en la sociedad, el orgullo sólo hace percartarnos de nuestro propio ombligo y de una supuesta inferioridad del otro.

Cuánta necedad tienen las personas, cuánta injustificación hay en sus aspiraciones de grandeza y patriotismo cuando no saben apreciar a quien tienen al lado.

Si el ejercicio del agradecimiento no lo ejercen ellos mismos, ¿cómo pretenden que las demás personas se sientan agradecidas hacia ellos? Esa pretensión ya de por si es egocentrica y egoista, es en vano recriminar a alguien que no es agradecido, porque en ese mismo momento se está siendo injusto y ciego.

El no-agradecimiento es el orgullo de los necios.

náusea

May 21, 2008

El agua que me recorre
se extendió en un brazo
que alcanzó una cinta.

La cinta cosió mis labios
y con su resto, ató mis rodillas.

En un nudo ovillado
me quedé acorralada
y de mi boca sólo se oía
el gemido de este abrazo.

(todo es triste hoy)